n punto de encuentro para metaleros, para los que se están iniciando en el rock, para punkies. Un lugar donde ir a ver bandas de nicho, donde hacer pogos apretados. Alguna vez, un espacio para ir a escuchar poesía, en una época en la que los ciclos literarios nocturnos eran una rareza. Una sala minúscula que, a su forma y con sus limitaciones, y en distintas locaciones, ha sido una parte importante en la historia del rock posdictadura. Todo eso, según quién lo mire y quién lo cuente, es Amarcord, el boliche que hoy cierra sus puertas con un último concierto.
Para otros, sin embargo, Amarcord no es más que una puerta negra por la calle Julio Herrera y Obes, casi Soriano; o el recuerdo más o menos difuso de alguna noche. El más ajeno al circuito pensará antes en una película de Fellini que en un recinto rockero que es un poco el eslabón perdido entre dos Montevideos, entre dos tiempos de una misma ciudad.
Con 25 años de historia, Amarcord se mantuvo casi que como el último estandarte de una tradición que tiene más que ver con los boliches que formaron el mapa en que se instaló el rock posdictadura (Juntacadáveres, Perdidos en la Noche), que con el actual. Hoy, la estructura de salas para tocar tarde en la noche es pequeña, e incluye opciones como las más establecidas Inmigrantes o Bluzz Live, y otras más under como Rock es la Cultura, Segunda Vuelta o Tazú Rock Bar.
La supervivencia de Amarcord tuvo que ver con aquellas posibilidades, aunque austeras, que daban los boliches de antes. Ofreció un espacio que de a poco tomaron las bandas nuevas, sobre todo las vinculadas al metal, el punk y todos sus subgéneros y aledaños, más allá de las condiciones técnicas. La sangre nueva fue la que más vida le dio en los últimos años.
“Para muchos, Amarcord fue el comienzo, porque te da todo lo que necesitás: no es caro tocar ahí y viene con equipos y sonidistas, todo eso que bandas grandes tienen y que es muy difícil de conseguir”, dice Alexis Vargas, de la banda pop punk Wildness, que tocó varias veces en el boliche. “Además hay muchas bandas de distintos tipos de punk, metal, rock y electrónica, que por más que sean superprofesionales, no convocan tanta gente. Para esa gente, Amarcord era terrible lugar, fácil de llenar”, resume.
Pero la historia de Amarcord también la hicieron Cadáveres Ilustres, Exilio Psíquico y hasta los Buitres tocando para alrededor de 100 personas. La hicieron los ciclos de poesía, literatura y performances que organizaban un puñado de intelectuales, cuando el bar todavía se ubicaba en Yaguarón y Soriano. La hicieron las presentaciones de Eduardo Mateo y Darnauchans, también en esa vieja sede; o el debut de Alucinaciones en Familia, o la actuación del excantante de Iron Maiden Paul Di’Anno, y la lista sigue. 25 años es mucho y más cuando se trata, con pros y contras, de resistencia.
"Amarcord me supo recibir de preadolescente, con mi mochila llena de parches, ganchos y pins que me acompañaba a todos los toques, y esos eternos festipunks con mil bandas", recuerda Federico Britos, mánager de la banda Los Seres Vivientes y productor del under. "Y nunca tuve un 'pero' a la hora de organizar algo", afirma, lamentando el cierre.
La despedida de Amarcord es hoy desde las 22.00 —las entradas se venden en el lugar—, con los shows de Ataraxia, Peluffeando y Provisorio para Siempre. Cierra La Sangre de Veronika, banda punk que celebra 30 años de una historia que tiene mucho que ver con la forma en que se contó la historia de Amarcord.
n punto de encuentro para metaleros, para los que se están iniciando en el rock, para punkies. Un lugar donde ir a ver bandas de nicho, donde hacer pogos apretados. Alguna vez, un espacio para ir a escuchar poesía, en una época en la que los ciclos literarios nocturnos eran una rareza. Una sala minúscula que, a su forma y con sus limitaciones, y en distintas locaciones, ha sido una parte importante en la historia del rock posdictadura. Todo eso, según quién lo mire y quién lo cuente, es Amarcord, el boliche que hoy cierra sus puertas con un último concierto.
ResponderEliminarPara otros, sin embargo, Amarcord no es más que una puerta negra por la calle Julio Herrera y Obes, casi Soriano; o el recuerdo más o menos difuso de alguna noche. El más ajeno al circuito pensará antes en una película de Fellini que en un recinto rockero que es un poco el eslabón perdido entre dos Montevideos, entre dos tiempos de una misma ciudad.
Con 25 años de historia, Amarcord se mantuvo casi que como el último estandarte de una tradición que tiene más que ver con los boliches que formaron el mapa en que se instaló el rock posdictadura (Juntacadáveres, Perdidos en la Noche), que con el actual. Hoy, la estructura de salas para tocar tarde en la noche es pequeña, e incluye opciones como las más establecidas Inmigrantes o Bluzz Live, y otras más under como Rock es la Cultura, Segunda Vuelta o Tazú Rock Bar.
La supervivencia de Amarcord tuvo que ver con aquellas posibilidades, aunque austeras, que daban los boliches de antes. Ofreció un espacio que de a poco tomaron las bandas nuevas, sobre todo las vinculadas al metal, el punk y todos sus subgéneros y aledaños, más allá de las condiciones técnicas. La sangre nueva fue la que más vida le dio en los últimos años.
“Para muchos, Amarcord fue el comienzo, porque te da todo lo que necesitás: no es caro tocar ahí y viene con equipos y sonidistas, todo eso que bandas grandes tienen y que es muy difícil de conseguir”, dice Alexis Vargas, de la banda pop punk Wildness, que tocó varias veces en el boliche. “Además hay muchas bandas de distintos tipos de punk, metal, rock y electrónica, que por más que sean superprofesionales, no convocan tanta gente. Para esa gente, Amarcord era terrible lugar, fácil de llenar”, resume.
Pero la historia de Amarcord también la hicieron Cadáveres Ilustres, Exilio Psíquico y hasta los Buitres tocando para alrededor de 100 personas. La hicieron los ciclos de poesía, literatura y performances que organizaban un puñado de intelectuales, cuando el bar todavía se ubicaba en Yaguarón y Soriano. La hicieron las presentaciones de Eduardo Mateo y Darnauchans, también en esa vieja sede; o el debut de Alucinaciones en Familia, o la actuación del excantante de Iron Maiden Paul Di’Anno, y la lista sigue. 25 años es mucho y más cuando se trata, con pros y contras, de resistencia.
"Amarcord me supo recibir de preadolescente, con mi mochila llena de parches, ganchos y pins que me acompañaba a todos los toques, y esos eternos festipunks con mil bandas", recuerda Federico Britos, mánager de la banda Los Seres Vivientes y productor del under. "Y nunca tuve un 'pero' a la hora de organizar algo", afirma, lamentando el cierre.
La despedida de Amarcord es hoy desde las 22.00 —las entradas se venden en el lugar—, con los shows de Ataraxia, Peluffeando y Provisorio para Siempre. Cierra La Sangre de Veronika, banda punk que celebra 30 años de una historia que tiene mucho que ver con la forma en que se contó la historia de Amarcord.